Hoy pasó el día de San Valentín, el más inescrupuloso de esos días festivos meramente comerciales (Día del padre, la madre, el amigo, el niño) de los que estoy completamente a favor. Son lo mejor que hay! La gente hace cosas distintas, sale a gastar plata, hace regalos, piensa cómo sorprender al prójimo. Todo con el fin de pasarla bien como si algo fuera realmente diferente, cuando lo único distinto es que el sol salió 1 minuto más tarde que ayer y se esconde 1 minuto más temprano.
Lo malo viene cuando algunos no tenemos con nosotros el motivo de festejo. Así que me puse a pensar en el puñado de personas con el que hoy podría estar celebrando este día si las cosas hubieran sido diferentes, y si hubiera tomado otras decisiones en la vida. Y la verdad que no me duele estar solo. No por ellas sino por mi manera de ser. Hay que ver por dónde planteármelo. No me hace gracia pensar que podría ser uno de esos pelotudos que se ponen de novio y se olvidan de los amigos, se borran de sus entornos y viven autoexcluídos en un círculo vicioso con una sola persona (me aterra, si un día descubren que hago eso mátenme!) pero tampoco puedo justificar que soy felíz en soledad. A veces pienso que voy a ser de esos tipos grises, solitarios, que no tienen problemas con nadie pero siempre da la sensación de que les falta algo. Y la verdad que no me aterra. Creo que ya no me aterra nada y eso no está bueno. Todo el desgaste de mi forma de vivir me está llevando a que todo me dé lo mismo, pero eso que quede para otra reflexión.
La cuestión es que hace 6 años que no celebro un Saint Valentine´s day como la ley manda, por lo que habrá que esperar hasta marzo para desquitarse con el amigo San Patricio y unos litros de Guinness bien helada.
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